Mi experiencia sesgada me permite ver dos tipos de personas a las que me he sentido atraída toda la vida.
El primer tipo, es un tipo calmado, que difícilmente se enoja. Demuestra el amor en cosas prácticas como cocinar cosas ricas para mí. Son emocionalmente estables, difícilmente se enojan, y su estado de ánimo fluctúa cada dos años o algo así. Son gente que duerme mucho y sabe mucho. No tienen muchas ideas propias u originales y no parece importarles gran cosa.
El segundo tipo, es el de artista torturado. Son gente en general infeliz o deprimida. Insatisfecha con algo de sí mismas, con su personalidad o algo igual de esencial. Escriben muchísimo, de forma mediocre o hermosa. Sus emociones no están guiadas por lo que pasa a su alrededor sino por fluctuaciones arbitrarias de su pensamiento. Si un día se sienten inseguras o abandonadas, se vuelven celosas y posesivas y paranoicas. Rara vez con pruebas reales de que se les va a abandonar.
Las relaciones más importantes que he tenido han sido con personas de esos dos tipos.
Sería irrelevante de no ser porque extraño escribir, y es el segundo tipo de personas las que me incitan a hacerlo. Cuando escribo párrafos demostrando que estoy enamorada como loca, las personas del primer tipo reaccionan con una sonrisa y un abrazo. Las del segundo, con cartas y entradas en blogs y párrafos en servilletas, superando por mucho lo que yo escribí. Sea cierto o no, porque las escritoras son también fantasiosas. Esa respuesta me inspira a escribir todavía más.
Tuve una relación de dos años con una del segundo tipo. Terminé escribiendo más de 1200 entradas en este blog en esos dos años, y eso sin contar lo que escribí en cuadernos y hojas sueltas. Pero era una tortura estar con ella. Ella era infeliz (mucho) y yo me sentía asfixiada. En los días buenos, sobre todo en mayo, sentía que estaba de vacaciones y que quería quedarme toda la vida con ella. Pero me fastidiaba. A veces llegaba a la casa después de haberla dejado contenta en la mañana, sólo para encontrarla enojada, fumando, porque se había acordado aquella vez hace tres años en la que no le pregunté el nombre de sus sobrinos y asumió que no me importaba y se había enojado otra vez. La tarde noche se me iba en hacerla sentir mejor. Muchas veces, la noche terminaba en mí largándome de su casa a la mía, fastidiada. Dos horas después que se le había calmado el desmadre mental me pedía que regresara.
Esto era agotador, muchísimo. Iba al trabajo súper cansada, y no podía estar 100% ahí porque todo el día estaba peleando por mensajes, enojada por algo que se había imaginado o recordado o lo que sea.
El tipo 1 en cambio, son personas que no me hacen sentir de vacaciones, ni las describo como "personaje de una película" (así se supone que describía a la de la imaginación desbordada). No me siento especial por estar con ellas, pero me hacen feliz. Y la del drama y la imaginación soy yo. Yo soy la que se ondea de la nada por pensar que eventualmente se van a aburrir de mí, porque no me están describiendo todo el día cómo les cambié la vida y cuánto me aman y el miedo que les da que les vea a los ojos.