1. Metáforas
Fue como haberse vuelto invisible. No dejaste entrar a nadie al principio, y cuando los dejaste, habías apagado la luz.
Qué absurda. Juegas a las escondidas. Decides no salir nunca más de tu escondite, y luego no entiendes por qué nadie te ve.
2. Admitirlo
Siempre me ha costado demasiado ser vulnerable. Tú no lo sabes, pero cada vez que te pido ayuda me odio un poco. Cada vez que te digo que necesito hablar, es un acto heroico. Cada vez que tú te muestras vulnerable y quieres que te escuche, cada vez que te quejas si algo va mal, cada vez que reniegas conmigo, me haces sentir halagada. La confianza es lo que más valoro. Si confías en mí, prometo cuidar esa confianza con fiereza.
3. La historia
Una vez estuve enamorada como idiota de una persona que escribía muchísimo, igual que yo. Llegamos a escribirnos en un año, más de 2000 páginas. Cuando terminamos, sentí uno de los dolores más horribles que he sentido en mi vida. No sé cómo mi cerebro interpretó de eso, que era mejor no expresarse por escrito. Como si el dolor pudiera evitarse si no lo escribes.
No sé cómo, terminé por no ser quién era. No quería hablar con nadie, o al menos no francamente, porque si alguien se te acerca luego le quieres, y duele si se va.
4. Tú
Si estás leyendo esto es porque aunque yo no quería, te metiste en mi vida por una de las grietas que encontraste. Ahora lo admito, así sintiéndome horriblemente vulnerable, que te agradezco haberte metido en mi vida. Porque aunque quise esconderme, no me dejaste quedarme en la soledad que merece quien se esconde. Gracias por arrancarme la verdad con tu paciencia. Gracias porque una vez que la viste, te quedaste conmigo.
5. Reflexión
Tal vez estoy harta de este circunstancia de mierda porque salvo una, toda la gente a la que le escribí esto está a muchos miles de minutos de mí físicamente. ¿Y quiénes somos si nadie nos ve?