Estoy bien feliz de haber dejado el pueblo de mierda en el que vivía, y de no tener las relaciones mediocres que tenía, y las conversaciones de mierda que tenía.
No significa que no extrañe a las personas que amo, obviamente me encantaría tenerlas en persona aquí todo el tiempo. Pero me hace muy feliz no escuchar las conversaciones que la gente de esa ciudad solía tener.
Creo que al menos una vez a la semana me sonrío a mí misma, toda contenta por por fín haber escapado para siempre de ese lugarcito horrendo donde la gente hace todo como colectivo y nada como personas.