Te pienso dos minutos. Me pregunto cómo habría sido si. Se me olvida que no. Después me acuerdo.
Mira esto: estoy toda acartonada. Traigo las uñas ligeramente largas, muevo la pierna, ansiosa. Pienso en si no estoy usando demasiadas comas. Quisiera besarte. O no. Quisiera volver a caminar kilómetros bajo la lluvia o sobre el hirviente asfalto. Quisiera deshacerme de todo, de ti y de los pájaros. Un pajarito desplumado se posa en la reja de la ventana. Afuera está el mar y no está, de la misma forma en que quiero y me da miedo.
- ¿Por qué a mí y no a otra? -dijiste.
Podemos limitarnos a un pequeño análisis sobre la culpabilidad de cierta acusación, o pensar (y esto es mejor) sobre la validez de la acusación. Sobre la premisa en la que descansa, sobre su legitimidad.
No perteneces, no pertenezco. No sé qué piensas y no sé qué quiero. Quiero besarte, pero no.